Antes de comenzar es importante un pequeño disclaimer: este post no tiene consigo ninguna corriente política, ni tampoco pretende impulsar alguna…

Es miércoles en Barranquilla, juegan Junior y River Plate. El minuto de silencio es ambientado por varios sonidos de estruendos a las afueras del estadio. Minutos antes del partido, el efecto de los gases lacrimógenos había afectado a miembros de ambos planteles. No importó, había que jugar, tocaba jugar. Terminó 1-1, resultado apenas anecdótico. El continente entero vio que la situación del país no está nada bien.

Si hubiera sido un partido del FPC, seguramente la prensa del canal licenciatario hubiera tratado de minimizar la situación como ya pasó alguna vez cuando a Rionegro le tocó jugar con siete jugadores. En los micrófonos estaban Closs y Latorre, quienes casi que lo primero que hicieron fue solidarizarse con la situación que atraviesa Colombia. «Me parece irrespetuoso hablar de fútbol cuando están pasando hechos lamentables afuera de la cancha», dijo el comentarista.

En Pereira, Nacional no logra salir del hotel. Se repite la escena del lacrimógeno. Desde Twitter -que es la red social más parecida a lo que pasa en las calles, llena de pura violencia e insultos para el que piense distinto- se asegura que Conmebol obligó al equipo uruguayo a jugar para evitar suspensiones. El show debe continuar, se atrasa el juego una hora más pero se juega, como sea. Los uruguayos se aguantaron un aburrido y anecdótico 0-0 hasta las 2 am. El local no quiso contribuir con la situación, uno de sus jugadores hizo un papelón en redes por querer pasar de «irreverente», tanto que hasta el capitán lo dijo y el continente lo escuchó: «necesitamos más empatía de ellos».

Es jueves, otra vez en Barranquilla. Mismo escenario, distintos protagonistas, mismos problemas. América y Atlético Mineiro tienen que suspender varias veces el partido porque los gases lacrimógenos no dejan jugar. El árbitro hace lo que puede para reanudarlo así a todos, incluyéndolo a él mismo, les ardan los ojos y se dificulte respirar. El show debe continuar.

Dimayor lo intentó hasta última hora. Tuvo que aguantar hasta un día antes para, por fin, entender que no se puede jugar y aplazar tanto el partido pendiente de cuartos como las fases siguientes. Acolfutpro anuncia un comunicado solicitando suspender los partidos de torneos locales (¿y los internacionales por qué no? ¿tan poco peso tiene?).

El país vive horas difíciles en las calles. El tema del coronavirus ha pasado completamente a un segundo plano. De un lado y del otro se viven momentos de violencia, desinformación, polarización, agresiones, insultos. No parece haber una solución, pero aún así, increíblemente, se insiste con seguir con la idea de hacer una Copa América en medio del caos. Para que un Colombia – Brasil esté ambientado por estruendos y gases lacrimógenos. Para seguirle mostrando al mundo lo que los medios locales no quieren mostrar.

«Quiero ser campeón, ojalá en junio y en diciembre. Quiero ganar todo lo que se juegue, pero creo que no ha habido otro momento en mi vida, en el que me haya importado tan poco el fútbol como en este momento». La frase es de Carlos Rubiano, gran amigo de la vida y la tribuna, enfermo por Millonarios como este servidor. No podría estar más de acuerdo.

A veces el sentido común debe estar por encima de la pasión. Es inviable jugar al fútbol en Colombia con esta situación, bien sea a nivel local, continental, de clubes o de selección. El fútbol debe parar.

Twitter: @elmechu