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«Ni de casualidad pueden querer más que nosotros estos tipos. No pueden tener el hambre que tenemos nosotros, el sacrificio, la humildad» Agustín Alayes – Ex Jugador de Estudiantes de La Plata

En la vida hay sufrimientos inevitables, las rupturas amorosas, la pérdida de algún ser querido, las decepciones profesionales, los errores que muchas veces cometemos como simples mortales siendo parte de un universo mundano, y un sinfín de elementos que nos hacen sufrir, como humanos, pero que indefectiblemente habrán que afrontarse y superarse en nuestro andar por la vida.

Pero hay otros que simplemente nos buscamos, como el hacernos daño buscando algún pleito callejero al cual no estábamos llamados, o tal vez consumiendo sustancias que sabemos que nos hacen mal a nuestra propia integridad, u otras muchas que faltarían por enumerar, pero hay uno que la gran mayoría de ustedes, amigos lectores, comparten conmigo, ser hinchas del América De Cali.

Y sí, ser aficionado al equipo Escarlata es un sufrimiento; algunos crecimos y aceptamos la identidad de ser Rojos en plena bonanza de títulos, los fulgurantes 80’s y 90’s, el laborioso comienzo de siglo con tres campeonatos encima, pero si hacemos memoria, y la historia nos ubica, ninguno de esos títulos se ganó de forma holgada, cabalgando a paso seguro, sino que muchas veces, hubo que apelar a la calculadora y al Rosario para bordarle estrellas al escudo.

Y en estos tiempos, el sufrimiento sí que ha sido inclemente, desde aquella épica noche ante River, pasando por los años de clasificaciones espectaculares y desinfladas en instancias definitivas, el título de 2008, conseguido con uñas y dientes, a pesar de tener un equipo desangrado institucionalmente, hasta aquella maldita noche que nos depositó en ésta infame categoría que hoy nos alberga, la segunda división, y que hoy, 5 años después, sigue dándonos dolores de cabeza, de corazón y de alma en nuestra existencia.

Ayer, ante Llaneros, en el inclemente sol de Villavicencio, y en un Estadio Macal que de no ser por sus paupérrimas condiciones podría haber parecido el Pascual, el Rojo vivió otra tarde de aquellas que en su historia ha sabido vivir. Gol de sorpresa del rival, luego un ataque frenético por parte de los dirigidos por Hernán Torres, más tarde la desesperación y la desazón de muchas de esas tardes, uñas desgastadas y miradas fruncidas, y al final, un gol, un empate, que aunque muchos digan que fue contra nadie, no logran entender el desahogo vivido en las gradas, el grito desesperado por salir de la garganta, y la mini euforia de vencer al clima, al estadio, y al planteamiento hostil de los locales.

Sí, a duras penas sacamos un punto, sí, no se logró el Ascenso, pero sí se demostró una cosa, y es que el sufrimiento está casi que impregnado en el ADN Americano, pero que aún, a pesar de ello, tal vez por masoquismo u obstinación, la hinchada está y estará, a pesar de los golpes al orgullo, de las heridas y las frustraciones, porque el sentimiento, ese que decidimos llevar en el Corazón, puede más que cualquier adversidad, y seguramente, algún día, ojalá más pronto que tarde, todo ese padecimiento comience a traer las recompensas y alegrías que ésta afición ha esperado durante tanto tiempo.

Cualquier sugerencia, queja, o lo que quieran manifestarme, pueden hacerla a través de mi cuenta de Twitter @ElTurcoPuertas, un abrazo a todos, y nos leemos en una próxima oportunidad en este “Rincón del Turco”, que estén muy bien.

 

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